En numerosas ocasiones hemos visto, sido testigos o incluso protagonistas de una escena en la que una madre o un padre da una chuchería, un bollito, un caramelo o piruleta a su hijo como premio por haber hecho algo que no quería hacer el pequeño en un principio.
Sin embargo, este hábito no es bueno en absoluto para los pequeños. Si es cierto que, aunque los resultados suelen ser tan positivos como inmediatos, no es recomendable ni para la salud ni para la nutrición del pequeño ya que, según expertos diestistas y nutricionistas este tipo de comidas:
1. Esta comida, como chuches, bollos, patatas fritas, etc no alimentan y se caracterizan por tener muchas calorías pero pocas vitaminas, minerales y demás nutrientes necesarios para su desarrollo.
2. Además, quitan el apetito. Como nuestro hijo necesita muchas menos calorías que nosotros, un alimento superfluo puede cubrir buena parte de sus necesidades calóricas.
3. «Engañan al estómago», ya que este tipo de comida «engaña» a los mecanismo de hambre-saciedad mediante sabores potentes: mucha sal, mucho azúcar o mucha grasa; aunque algunos, como los zumos o los refrescos, sean poco saciantes.
4. Les animamos a consumir más. El sabor de los alimentos superfluos es agradable a casi todos los paladares, así que el mero hecho de que los tomen, como recompensa ono, hará que tengan ganas de seguir tomándolos.
5. Con esta actitud enviamos mensajes contradictorios a nuestros hijos ya que a la hora de comer les insistimos en lo bueno que es tomar lechuga, y a media tarde les obsequiamos con un dulce. Así, es normal que los niños se hagan un lío entre lo que es y lo que no es una dieta saludable.
6. Favorecen el sobrepeso. Tomar a menudo alimentos salados, grasos o azucarados promueve, sin duda, la ganancia de peso, algo nada recomendable.
Es preferible compensar a nuestros hijos con palabras de apoyo como «¡genial» o «¡muy bien» que con comida de este tipo, que nunca deben asociar con algo lúdico, un juego o algo especialmente reconfortante para ellos.