Debemos comer los mariscos lo más frescos posible, escogiendo un producto de confianza que no presente signos de poca frescura.
Los niños difícilmente se manejan para abrir los crustáceos y extraer la carne, por lo que habremos de ayudarles, y lo mismo con algunos moluscos. En el caso de los moluscos bibalvos, hay que mirar que no contengan arena.
Según su preparación:
No conviene darle marisco crudo por el riesgo de Annisakis, un parásito en forma de pequeño gusano que anida en mamíferos marinos, peces y crustáceos.
Los mariscos crudos y poco cocinados (los marinados, en aceite, salazón…), además de dificultar la digestión, pueden contener bacterias y virus que pueden ser tolerados por los adultos sanos, pero hacer que los niños pequeños enfermen gravemente.
Respecto a los mariscos en conserva, tampoco son muy adecuados debido al añadido de productos para su procesado, entre ellos la sal, o de aceites de mala calidad. Sólo cuando el niño crezca puede consumir esporádicamente y con moderación mariscos en conserva, aunque siempre serán mejor los frescos cocinados.
Resumiendo: El marisco es uno de los alimentos más alergénicos por lo que no debes tener prisa por introducirlo en la alimentación de tu hijo. A partir de los dos años puedes ofrecerle marisco en pequeñas cantidades y observando sus posibles reacciones.
En caso de aceptar este alimento con normalidad, ya podrá formar parte de la alimentación habitual (siempre evitando los excesos).