Mi hijo es agresivo. ¿Qué le pasa?

Nos han llegado a la web muchas consultas de padres preocupados porque sus hijos presentan comportamientos demasiado agresivos. A partir de determinada edad, habitualmente entre los 3 y los 6 años, muchos niños comienzan a desarrollar actitudes agresivas que hasta ahora no habíamos visto en ellos. Muerden, gritan, insultan e incluso pegan. Hay muchos factores que pueden desencadenar que los niños se comporten de forma agresiva. En este artículo intentamos explicar las causas de la agresividad infantil.

CAUSAS DE LA AGRESIVIDAD INFANTIL

1- El entorno: La primera causa que hay que examinar es a uno mismo o el entorno más inmediato del niño. Si los integrantes de la familia poseen un carácter muy acusado es lógico que el bebé tienda a imitar comportamientos. Debemos aprender a controlarnos nosotros también delante del niño.

2-Frustración: Cuando un niño no consigue lo que desea expresa su frustración mediante la agresividad. El comportamiento persiste cuando se le niegan sus deseos de manera inesperada o arbitraria. Esa confusión desemboca en una agresividad mayor.

3- Castigos injustos: Los padres demasiado severos, la continua imposición de castigos injustos o la sobreprotección permanente son otras de las causas de la agresividad infantil más comunes. Recientes estudios psicológicos han confirmado que los castigos injustos generan un efecto contraproducente en la personalidad del niño.

4- Inseguridad: Los niños que se sienten inseguros tienen a desarrollar comportamientos agresivos de manera preventiva. Se trata de un mecanismo de autodefensa. Si el niño se siente inseguro en el colegio o con sus padres presentará actitudes más violentas.

5- Baja autoestima: Conviene reforzar la autoestima de nuestro hijo para evitar los comportamientos agresivos. Un niño feliz no desarrolla agresividad infantil.

6- Caprichoso: Hay que saber diferenciar la agresividad con el hecho de que sea un niño caprichoso que no sepa controlar sus impulsos. Debemos analizar el origen de las rabietas para diferenciar un niño mimado de uno agresivo.

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