La verdad es que es un nombre raro y poco conocido, pero importante en el «mundo» de los bebés.
Las fontanelas son unas aberturas que separan los huesos en el cráneo de un bebé. En total son seis, son blandas, planas (se pueden hundir algo si se tocan), y algunas laten. Si quieres usar tu mano para notarlas, las que se notan bien son la anterior (tiene forma de rombo y está entre la frente y la coronilla) y la posterior (triangular, entre coronilla y nuca).
¿Para qué sirven? Gracias a su acción, se facilita el nacimiento del bebé. Ellas permiten que los huesos de la cabeza se puedan montar entre sí mientras el parto avanza, y que los craneales se puedan expandir según el cerebro va en aumento.
El médico del niño tiene que ir observando (sobre todo en las primeras etapas que crecen bastante rápido) cómo van evolucionando las fontanelas, que se deben ir cerrando. Con estas observaciones, el médico tiene que ver un correcto desarrollo, o en contra, alguna anomalía que deba tratarse con urgencia.
No todas las fontanelas se deben cerrar a la vez. La anterior, que ya hemos mencionado, es la más grande y tarda en cerrarse unos 7 o 19 meses (aunque siempre se puede adelantar o atrasar). La posterior, por ejemplo, se cierra antes, a los 2 o 3 meses. Para que las fontanelas sean cerradas, basta con que el bebé tenga una buena alimentación, hidratación, vida estimulada y vitamina D.
Es posible que se cierren antes de lo debido. Eso puede suponer un problema, ya que el cráneo puede quedarse pequeño y no dejar al cerebro expandirse. Esto puede provocar patologías como craneosinostosis primaria o talasemia.
En cualquier caso, el mejor consejo que puedo dar es el de siempre: una buena alimentación y vida sana desde que nuestro bebé nace es clave para su desarrollo.