Si hemos tenido una buena infancia, los parques han pasado por nuestras vidas. Cuando tocaba el tiempo libre por la tarde, después del cole, bajábamos al parque de debajo de nuestras casas a jugar a un montón de juegos (como los globos de agua o el pilla-pilla) y a hacer nuestros amigos de parque. Pero para que todo esto se pueda cumplir, deben existir una serie de medidas de seguridad si queremos evitar accidentes.
Los padres o cualquier otro adulto es preferible que esté delante mientras el niño juega si éste es todavía pequeño. No olvidemos cuidar a nuestros propios hijos, ya que el parque no es una guardería y no tenemos que dejar la responsabilidad a los otros padres. Tenemos que estar pendientes de ellos.
Los materiales de parque no pueden ser ni tóxicos ni conductores de electricidad. Tampoco pueden tener astillas ni cualquier otro tipo de material dañino. Han de tener una cierta seguridad y resistencia, y si son grandes estructuras que sean firmes y no se tambaleen.
A día de hoy, tienen que estar diseñados para personas con dificultades de movilidad. Tiene que haber accesos para sillas de ruedas y otro tipo de especialidades para ellos.
La pavimentación debe servir de amortiguador de posibles golpes. No debería ser de hormigón y sí de caucho, cuya dureza es mucho menor.
Entre los diferentes juegos o estructuras tiene que haber una distancia de seguridad, evidentemente para evitar el mayor número de choques o golpes posibles entre los niños.
El mantenimiento tiene que ser algo importante. Cada cierto tiempo tendrá que ir un inspector a evaluar una serie de aspectos, como pueden ser la conservación o la limpieza, para prevenir los posibles riesgos de infecciones.