El estudio «Infancia y familias. Valores y estilo de educación» obra de la catedrática de Teoría de la Educación de la Universidad de Valencia Petra María Pérez, concluye que esto es cierto.
En su análisis de comportamiento de familias con hijos entre 6 y 14 años (20% de los hogares españoles) desprende que los niños dejan de jugar a edades muy tempranas. Antiguamente los niños jugaban hasta los 13 años y actualmente los niños empiezan más temprano a imitar a los adultos viendo programas de televisión para adultos, vistiendo como ellos o utilizando móviles.
Yo personalmente creo que esto es un reflejo de la realidad de la sociedad tan competitiva en la que vivimos. Creo que los padres nos olvidamos un poco de que los niños son niños y tienen que jugar y participamos activamente e inconscientemente en una maduración muy temprana debido muchas veces a nuestra inquietud por su futuro intentando que sean competitivos desde pequeños. Para ello intentamos que nuestro hijo aprenda antes que los demás, lea antes que los demás, escuche música de más calidad y aprenda más idiomas que los demás, que tenga mejores modales que los demás, que tenga mejores estudios y se esfuerce más que los demás, todo por su bien (pensamos nosotros en nuestro interior) pero olvidándonos de que son niños y tienen que tener su tiempo para jugar a lo que ellos quieran, para imaginar, se tienen que hacer preguntas absurdas como nos hemos hecho todos y así poco a poco ir aprendiendo y madurando cada uno a su ritmo.
Cuántas veces hemos oído lo de… «¿No eres un poco mayorcita para jugar con muñecas?». Cada padre intenta hacer lo mejor para su hijo, y muchos piensan que hacerles madurar antes de tiempo y hacer a sus hijos competitivos será algo que le agradecerán cuando sean mayores.
No te des cuenta de tu error demasiado tarde y prives a tu hijo de una infancia feliz, sin preocupaciones, en la qué el es el mejor en todo simplemente porque es tu hijo y no le exiges nada más para ser feliz.