Antitérmicos y fiebre

Estamos ante la época perfecta para contagiarnos con cualquier tipo de gripe. En nuestros hijos, los virus y bacterias sabemos que actúan todavía con más fuerza, y aun tomando medidas al respecto, es casi inevitable que pasen por estos episodios de enfermedad, y se la vayan pasando en el colegio o entre hermanos.

Cuando vemos que la gripe trae fiebre, solemos enseguida pensar en antitérmicos para que la fiebre vaya disminuyendo. Pero hay que saber que este medicamento no siempre es necesario que lo usemos.

De hecho la fiebre es «buena». Es nuestra defensa ante el ataque que estamos sufriendo por los elementos externos que nos están atacando. No es una enfermedad ni nada malo, es nuestra compañera para recuperarnos, y no siempre hay que quitarla.

Cuando nos ataca un virus o bacteria, se desencadena un proceso fisiológico que estimula nuestro centro termo-regulador, el hipotálamo, que decide que nuestra temperatura corporal tiene que estar elevada para luchar.

¿Y por qué decide eso? Pues para generar un medio hostil para nuestro nuevo invitado, y que salga inmediatamente, evitando así que los atacantes no se repliquen.

Si administramos esos antitérmicos al inicio de la enfermedad, estamos perdiendo capacidad de lucha contra los agresores. De hecho estamos ocultando el verdadero peligro, y les podemos mandar al colegio porque no tienen fiebre pero en realidad el virus sigue presente y pueden estar contagiándoselo al resto de sus compañeros.

Eso no quita que si la fiebre empieza a ser alta, más de 38 grados, la podamos empezar a calmar con remedios caseros, como quitarle ropa, bañarle con agua tibia y mantenerle hidratado. Los medicamentos sólo hay que restringirlos si aparece dolor o malestar.

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