Hay tres días claves al año por estas fechas dos de ellos, que lo que tienen en común es que nuestros hijos reciben regalos. Estos días son su cumpleaños, el día de Navidad y el día de Reyes. Ya sea porque es Papá Noel, o porque es Baltasar, el caso es que son los días más felices para nuestros hijos, porque desenvuelven del papel ese regalo que han pedido y desean.
Pues resulta, y os habrá pasado a más de uno, que hay una serie de juguetes que para nada son de vuestro agrado. Ya sea porque hacen mucho ruido, porque tenemos que estar nosotros para que puedan montarlo y jugar, o que nos perturban de alguna manera. Aquí os voy a mencionar algunos de los más odiados para muchos padres:
Los hipopótamos tragabolas. El CATAPLOM CATAPLOM cada vez que una bola se cae al suelo, o debajo del sofá, o que nuestro hijo se queja diciendo que esa bola era suya. Puede que entre los hermanos o amigos de nuestro hijo se peleen y se quiten bolas, o se las tiren a la cabeza. La verdad es que es un juguete bastante insufrible, y aunque venga con caras de animalitos alegres como elefantes o monos, es un juguete cargado por el diablo.
El tubo del juguete empieza a lanzar un montón de bolas en todas las direcciones, a diferentes zonas como puede ser la mesa de nuestro comedor lleno de sillas, debajo del sofá, habitaciones donde hay que ir a recogerlas, y se ponen a dar botes por todo el pasillo. Nuestro hijo, lo peor de todo, es que nos mandará a recoger la bola haya donde haya sido expulsada, y la recogerás unas 1000 veces para traerlas constantemente. Lo peor es que todo se juega bajo el sonido de una melodía horrible, y encima pegadiza.
Los tambores. Lo único que nos van a generar es dolor de cabeza. No van a parar de aporrearlo a cualquier ritmo y con fuerzas variadas, pero lo único que conseguirán será crearnos dolor de cabeza. Sacan sus instintos más primitivos de agresividad y querremos matar al que nos trajo el tambor, aunque sea Melchor.
El Furby. Es como un pequeño gremlin. Es como un muñeco poseído por el diablo. Es una especie de búho, peludo y con orejas grandes que no se callará ni un segundo. Menos mal que de momento el de mi hijo no me ha atacado. Por si acaso no lo lavo, por si se multiplica.
La plastilina. Esa sustancia que llena de guarrería toda la casa. Por lo menos genera creatividad en el pequeño, aunque lo peor es cuando se te queda pegado a la suela del zapato.