Según nace nuestro bebé, ya es capaz de reconocerlos por nuestro olor. Hasta en una habitación a oscuras, se volverá hacia donde estés.
Tu olor es característico y familiar para ellos, y eso les tranquiliza. Asocia tu olor al bienestar y a una protección. Genera diversas sensaciones de todo lo que le rodea que le dan seguridad.
El olfato tiene una función social muy importante igual que para nosotros. El olor a recién nacido manipula nuestras emociones, y también a otras personas, que dan ganas de cogerlo y hacerle arrumacos. Como veréis, sólo con el olor consiguen tres factores clave para ellos: cariño, atención y protección.
Es un sentido «químico», ya que funciona como una respuesta nerviosa ante cierta estimulación molecular en el ambiente. Es un sentido «primitivo» ya que se encuentra a nivel unicelular en nuestro planeta.
El olor tiene otra habilidad y es que afecta a nuestra memoria. Cuando nosotros olemos pan recién hecho, podemos acordarnos del pan que comprábamos de pequeños con el abuelo. Es reconocimiento: olemos una colonia en un sitio y sabemos sin tener que mirar que está allí nuestra amiga con su colonia de toda la vida.
Por último, también es independencia para nuestro bebé: el olor les ayuda a coger cierta emancipación, y a explorar el mundo sin tener a su madre cerca.