Los bebés empiezan a andar cuando tienen más o menos un año de vida. Es una etapa en la que ganan autonomía y durante la cual el acompañamiento de sus padres es fundamental, tanto para estimular al pequeño y animarle, como para acondicionar los espacios de la casa y reducir los riesgos de accidentes domésticos.
Pero también es un momento en el que los progenitores sienten ansiedad por los primeros pasos del bebé. En este artículo se dan una serie de consejos para afrontar esta nueva experiencia: acompañar al pequeño, transmitirle alegría como forma de estimulación y tener en cuenta que cada niño es diferente también a la hora de comenzar a andar.
Los niños empiezan a andar cuando tienen alrededor del año de vida.
Primero se ponen de pie sostenidos en algún mueble u objeto grande, como una caja o un juguete que sirva de soporte. Luego comienzan a desplazarse con pequeños pasos laterales, hasta que en algún momento reconocen tener la fuerza y el equilibrio suficientes para quedarse en posición vertical, sin necesidad de apoyarse en nada más que sus propias piernas, y se animarán a dar sus primeros pasos.
Sobre todo al principio, es muy importante estar junto al bebé y acompañarle para darle la seguridad y la confianza que requiere para dar sus primeros pasos. Lo mejor es ponerse tras el pequeño, de forma que el bebé dé la espalda al adulto, y agarrarle de ambas manos.
Esto permite sostenerle si tropieza e impulsarle hacia delante para hacerle notar lo bueno de desplazarse de un sitio a otro. Poco a poco, necesitará cada vez menos ayuda. Como quien aprende a montar en bicicleta, cuando quiera darse cuenta, será él mismo quien controle por completo su equilibrio.
Un truco para que el niño se anime a dar sus primeros pasos es acercar al niño a una caja con juguetes u otros objetos atractivos para el pequeño, mostrárselos y, luego, animarle a que él los saque de la caja; para lo cual deberá ponerse de pie. Luego, la caja se puede alejar un poco para que al bebé no le baste con levantarse, sino que necesite caminar.
De todos modos, nada es más estimulante para el niño que sus propios padres: si se coloca uno a cada lado y le llaman sucesivamente, el niño recorrerá la distancia de uno a otro con la alegría y la tranquilidad que le otorga saber que quien está al final del camino son sus padres. Además, para los progenitores es muy emocionante ver a su bebé caminando hacia ella o él.
Las felicitaciones, las sonrisas, los abrazos y los aplausos cuando el niño logra recorrer el camino que se le propone son fundamentales. Le llenarán de entusiasmo y ganas de seguir esforzándose para alcanzar nuevos objetivos.