Los primeros momentos de vida del recién nacido, junto con el momento del parto, constituyen el periodo más crítico para la supervivencia del bebé. Todos los implicados en el parto, en especial los médicos, deben estar atentos a cualquier signo de infección (aunque sea benigna) en la mujer embarazada, ya que puede significar un gran riego para el recién nacido.
En estos últimos años se ha visto que la tasa de mortalidad en niños menores de cinco años ha disminuido bastante, pero la mejoría no ha sido tan significativa con los neonatos, ya que se estima que entre 3,1 y 3,3 millones de recién nacidos mueren cada año, suponiendo casi la mitad de las cifras globales de mortalidad infantil antes de los cinco años.
Las infecciones neonatales, como sepsis (infección en la sangre), neumonía y meningitis, son las causantes del 23,4% de las muertes en los recién nacidos en todo el mundo, sucediendo en la primera semana de vida.
Esto se produce porque algunas bacterias se instalan en el conducto vaginal de la madre y al ser este la salida del bebé, estas bacterias pueden trasmitirse en el momento del nacimiento. No obstante, el paso directo de patógenos de la madre al hijo puede ocurrir antes del parto atravesando las membranas e infectando el fluido amniótico. Sin embargo, a pesar de las cifras y de que se conoce la existencia de estos problemas, los mecanismos por los que los recién nacidos adquieren infecciones requieren de una mejor comprensión para poder desarrollar maneras más eficaces de prevención. Un buen tratamiento antes del parto podría disminuir el riesgo del bebé de contraer estas infecciones al nacer.